LA ESPIRITUALIDAD EN
EL PROCESO DE ENVEJECIMIENTO DEL ADULTO MAYOR
Cecilia San Martín
Petersen. Universidad de la Frontera, Temuco, Chile
Fuente: http://reflexionesdiarias.wordpress.com/2010/04/21/cuatro-leyes-de-la-espiritualidad/
Posición del grupo
frente al Artículo
El mundo de la
intervención social, y en particular el cuidado a los ancianos, está en constante
progreso. Una de los avances significativos es precisamente la superación
del asistencialismo y la consideración
de las múltiples causas que concurren en los procesos de exclusión, así como la necesidad de realizar
procesos de acompañamiento centrados en las
personas y no sólo en la resolución de problemas.
La creciente conciencia
de que la verdadera salud es una experiencia biográfica más que una simple disfunción en algún órgano o
la ausencia de traumatismos, está contribuyendo
a repensar modelos de intervención que contribuyen también a la humanización del mundo de la intervención
social, que se empeña igualmente por generar
salud en las relaciones, en la sociedad, en cada una de las personas.
La mirada de la
caridad transforma y ofrece nuevas perspectivas al significado de la acción social. En el contexto de
Cáritas, por ejemplo, la acción social se entiende como la que se ejerce a través de un conjunto
de servicios destinados a ayudar a los grupos
sociales a resolver sus necesidades, y como instrumento para crear los
recursos necesarios para una mejor
calidad de vida. La acción social concebida así implica la participación de la persona, de los grupos y
de la comunidad para resolver sus problemas.
Se pide una acción colectiva para alcanzar los objetivos propuestos.
La concepción holística de la persona y la responsabilidad
comunitaria son características esenciales
de la misma. Está en juego la dimensión espiritual en la acción social
porque están en juego los valores,
porque están en juego las personas.
La dimensión
espiritual, abarca la dimensión religiosa, la incluye en parte. En ella podemos considerar como elementos
fundamentales todo el complejo mundo de los
valores, la pregunta por el sentido último de las cosas, las opciones
fundamentales de la vida (la visión
global de la vida).
Angelo Brusco, dice
que “espiritualidad es el conjunto de aspiraciones, convicciones, valores y
creencias capaces de organizar en un proyecto unitario la vida del hombre,
causando determinados comportamientos. De esta plataforma de interrogantes existenciales,
principios y valores parten caminos que llevan a elevadas metas del
espíritu. Es el caso de la
espiritualidad religiosa, que radica tales principios y valores en la relación con
un ser trascendente. En la religión cristiana, este ser trascendente es el Dios
que por medio de Jesucristo nos ha sido revelado, un Dios con el cual establece
el creyente una relación de amor del
cual saca la fuerza para realizar su proyecto de vida en el ámbito de todas las
dimensiones del ser.
Por su parte, La Organización Mundial de la Salud dice que
lo “espiritual se refiere a aquellos aspectos
de la vida humana que tienen que ver con experiencias que trascienden los fenómenos sensoriales. No es lo mismo que
“religioso”, aunque para muchas personas la
dimensión espiritual de sus vidas incluye un componente religioso. El
aspecto espiritual de la vida humana
puede ser visto como un componente integrado junto con los componentes físicos, psicológicos y sociales. A menudo se
percibe como vinculado con el significado y
el propósito.
Espiritualidad y
Personas mayores
Fuente: http://koffi1948.blogspot.com/2013/10/el-anacoreta-y-la-oracion-de-los.html
A
este respecto, no es infrecuente encontrar dificultad a nombrarlas cayendo, con una
cierta frecuencia en las puras necesidades que otros calificarían de
psicológicas. Salvadas las necesidades
específicamente religiosas, relacionadas con la celebración de la fe, numerosas necesidades pueden ser
descritas por la psicología y por la reflexión sobre la espiritualidad. Ahora bien, la identificación
de algunas de ellas como específicamente
espirituales nos refleja un modo de considerar al hombre y un punto de
partida desde el que le queremos
comprender a la persona: una visión holística.
Cada
vez se es más consciente de la importancia de la detección de las
necesidades espirituales. Dice Gómez
Sancho que entender el asunto de que las necesidades espirituales y religiosas no son sinónimas,
tiene una gran importancia práctica. No es
asunto exclusivo del sacerdote o pastor intentar hacer frente a este
tipo de necesidades.
Fuente: http://www.gerontologia.org/portal/archivosUpload/Espiritualidad_Mayores.pdf
Ahora nos planteamos:
¿tiene que ver la dimensión espiritual y las necesidades espirituales con el cuidado a los mayores? La
respuesta no puede ser más que afirmativa. Más aún, podemos constatar,
avanzando en la reflexión, que muchas personas excluidas tienen vulnerada, debilitada su dimensión
espiritual. Y, en todo caso, la exclusión que
algunos mayores sufren es el resultado de una patología del espíritu de
los individuos y de la comunidad que son
capaces de generar personas al margen o fuera del margen.
Según este
planteamiento, cualquier intervención que no quiera ser sólo asistencialismo, debe considerar a cada
persona como destinataria de la intervención en su totalidad. De este modo, la intervención
(incluso a nivel económico, laboral o de vivienda) podrá ser duradera y no un mero paliativo.
Para los creyentes
cristianos, hemos de decir que nos sentimos habitados por el Espíritu de Jesús que nos ha sido derramado en
nuestros corazones (Rom 5,5) y que nos da
el querer y el poder caminar tras las huellas de Jesús “interpretando lo
que vaya viniendo” (Jn 16, 13). El seguimiento de Jesús nos invita a escrutar
los signos de los tiempos captando las necesidades
de las personas que encontramos, conciliando la contemplación y la acción liberadora, la vida y la
celebración, la
gratuidad y la eficacia, en un momento en el que todo se vive como dualidad, ruptura y falta
de integración.
Pellicer refiere
algunas implicaciones prácticas de la vida espiritual en la intervención social, que, sintetizándolas
serían:
·
Revestirse de los
mismos sentimientos de Jesús, al que se le conmueven las entrañas ante el dolor y sufrimiento de su
pueblo.
·
Reproducir los mismos
gestos que Jesús, los del Buen Samaritano: ponerse en camino, acercarse al
pobre, observar lo que ocurre, apearse de la cabalgadura, inclinarse hacia el hermano, aportar el
bálsamo propio, desprenderse de los denarios,
implicar a otros.
·
Alimentar las
actitudes fundamentales en el encuentro personal e intransferible, con la
oración y la contemplación.
·
Educar la propia
humanidad, es decir, que el cuerpo obedezca a lo que el corazón ha
experimentado: la misericordia.
De lo
anteriormente señalado se desprende que la importancia de estudiar la espiritualidad
en la adultez mayor está dada, entre otras cosas, por su relación con varias de
las dimensiones del bienestar psicológico y del bienestar subjetivo. También
desde un punto de vista psicológico, puesto que las creencias y experiencias
religiosas y espirituales son parte integrante de la personalidad (Peterson
& Seligman, 2004). Y finalmente, porque un cuerpo creciente de investigación
empírica está mostrando importantes implicancias de la espiritualidad en la
salud mental, uso de alcohol y drogas, ajuste marital, crianza, consecuencias de
experiencias de vida estresantes, y morbilidad y mortalidad (Pargament y
Mahoney, 2002).
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